I spent a happy few hours on Saturday thanks to a ticket for the MNAC donated by J, but then the worrying began: I always come away from this and other museums with more questions than I started.
The goldfinch appears in this virgo lactans by Juan Sánchez de Castro and in many other Madonna + Sprogs because its alleged fondness for thorns enabled it to foresee what kind of king the infant was going to be when he grew up. Artists sometimes employed other clearly identifiable seed-eaters, with as far as I know no systematic variation in time or place, and this liberty was inherited (or vice versa) by street charlatans and their fortune-telling avians. Here’s Pío Baroja in Madrid in his memoirs, Desde la última vuelta del camino:
Otro tipo, al cual no se le veía más que muy de tarde en tarde en alguna plaza lejana, era el hombre de los pajaritos sabios. Sin duda, era solicitado en pueblos de alrededor, y salía de Madrid y viajaba con frecuencia.
Llevaba una especie de silla de tijera, alta, donde ponía la jaula grande con sus pájaros, jaula de varios compartimientos, y al lado se sentaba él, en otra silla más pequeña, también de tijera.
Era un tipo raído, moreno, chato, vestido de negro, con gorra y cara de pocos amigos; parecía un mono viejo. Solía hacer observaciones muy secas a la gente del público, con un acento medio andaluz, medio manchego, y espantaba a los chicos que se acercaban demasiado a la jaula. Cuando alguien quería saber su porvenir, cosa trascendental, salía el pajarito, generalmente verderón o jilguero, daba unas cuantas vueltas con gran ligereza, y con el pico sacaba un papel doblado de una cajita, que entregaba al cliente. El amo de la grey de los pequeños adivinadores con alas pagaba el trabajo de su subordinado con un cañamón o un trocito de azúcar.
Lo que a mí me chocaba al ver a aquel hombre era que había en una ilustración de Madrid, del año 1860 al 66, creo que en el Museo Universal, un dibujo de Ortego del exhibidor de los pajaritos sabios de su época, que se parecía mucho al que veíamos.
“No puede ser el mismo -pensaba yo-, porque si el año sesenta y tantos el hombre que dibujó Ortego tenía ya, a juzgar por su aspecto, más de cincuenta años, ahora tendría que tener ciento.”
No pude comprender cuál sería la razón de la semejanza entre el hombre vivo y el dibujado; quizá era un hijo o un pariente del antiguo, que había imitado su tipo y su traje.
What I wonder, given the use of pajarito in Spanish and other languages as a euphemism for penis, is whether there was ever a smutty, incestuous undertone to this image, of choosing the “bird” over the maternal breast? A venerable, solitary sinner once claimed to me that “A bird in the hand is worth three in Kate Bush.” Was there for some a sense that Jesus’ chosen Passion was to be a cross made of his own body?
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