In vague reference to après moi, le déluge and José Luis Guerín, this, from Carmen Laforet, Nada (1945):
– Espero que no habrás bajado hacia el puerto por las Ramblas.
– ¿Por qué no?
– Hija mía, hay unas calles en las que si una señorita se metiera alguna vez, perdería para siempre su reputación. Me refiero al barrio chino… Tú no sabes dónde comienza…
– Sí, sé perfectamente. En el barrio chino no he entrado… pero ¿qué hay allí?
Angustias me miró furiosa.
– Perdidas, ladrones y el brillo del demonio, eso hay.
(Y yo, en aquel momento, me imaginé el barrio chino iluminado por una chispa de belleza.)
It’s difficult to blame planners for trying to achieve that spark of beauty, however miserable the results often seem.
(I’m deeply suspicious of this type of analysis of Laforet (“La censura, claro está, nunca comprendió que Nada había logrado decir todo sin decir absolutamente nada”), rather as I would be of a Foucaultian reading of Bonjour tristesse.)
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