Tuve mucha suerte a finales de una primaria en un barrio obrero con bastante inmigración del imperio: mi profesor de trompeta, y luego de trombón, todo gratis y compartiendo instrumento con dos chavales más, fue un señor maravilloso, redondo como un globo, con pliegues de piel en el cuello como un pavo, que había tocado en las grabaciones de cierto grupo que más hizo para la reputación del submarino que incluso los fríos guerreros en Washington y Moscú. Pero, como buen profesor, no contaba, sino enseñaba, y supe de ésta y otras hazañas suyas tras su repentina muerte seis años después.
La verdad es que no tengo mucho repertorio sobre la vida en el jardín del pulpo, aparte de la gran balada absurdista de Juan Antonio Canta, Copla del viudo del submarino, que no paro de cantar: En el fondo del mar tengo yo / Una novia en silencio / Un poquito de pescaito frito / Me trae su recuerdo.
En otras noticias: la membrana en un kazoo funciona algo así como el tímpano en el oído; hay que cuidarla.
Similar posts
Back soon
Comments