Por qué (modestia aparte) el Organillero será un componente indispensable de cada fiesta de calidad este verano

Un gráfico ilustrando la evolución de la tendencia steampunk en España, con notícias cerveceras.

Ayer para unas grabaciones la maquilladora me puso una peluca maravillosa nuevayorquina (versión asesina feminina del Bardem de No es país…), y me dijo que para adentrarme más en lo quasi-decimonónico tendría que investigar profundamente las posibilidades de un emporio de tal en c/ Princesa (número?). Mañana voy.

También busco una barba valleinclaniana, pero me va a costar más encontrarla, segurísimo, y ya pienso ponerme a trabajar con una bolsa de lana pirineica que tengo en casa.

Con otro tipo de autoconfección ya tengo bastante ritmo:

Conlleva varias ventajas, entre las cuales el hecho de que, si llevas una botella a una fiesta, los españoles no la tocan porque no saben que hacer con algo con olor y color de cerveza de verdad en vez de 17 cucharadas de agua en 10 litros de lejía que, por faltarme más información, es como supongo que fabrican Estrella. Llevar tu botella bajo el brazo, que hacen en fiestas en Suecia, país altamente incivilizado en la fiscalización de alcohol y por ende sin vida social, es muy cutre; en la presentación reciente de entonces de Isabel Núñez, mientras Xavi Mariscal contaba su vida sexual y unas lesbianas encantadoras engullían las tortillas de patatas de Eroski, podía tranquilamente dejarla en la mesa común.

Un gran momento en mi emancipación (de la) política fue leer este verso de WB Yeats:

A statesman is an easy man,
He tells his lies by rote;
A journalist makes up his lies
And takes you by the throat;
So stay at home and drink your beer
And let the neighbours vote,

Pero no hay que exagerar.

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