Hammer horror!

Why the guillotine should not be Spain’s tumbril-filler in the coming revolution.

The mob has left Castellón PP politician/mafioso Carlos Fabra in peace and is howling at the door of his daughter, Andrea. This is all rather puzzling since she is clearly being grossly overtaxed – €9,376 on total income of €138 for 2011, while struggling with mortgages worth some €1.5 million, poor lass.

User pdpica is calling for the cuts henceforth to be implemented by guillotine (which was afaik never introduced to Spain – why? the knifemakers of Albacete swore by small-is-beautiful? there were no engineers capable of making it work?), but Arturo Pérez Reverte in a recent interview says that its moment has passed:

¿Sabes realmente cuál es mi lamento histórico? Es que aquí nos faltó una guillotina al final del siglo XVIII. El problema de España, a diferencia de Francia, es que no hubo una guillotina en la Puerta del Sol que le picara el billete a los curas, a los reyes, a los obispos y a los aristócratas… y al que no quisiera ser libre le obligara a ser libre a la fuerza. Nos faltó eso, pasar por la cuchilla a media España para hacer libre a la otra media. Eso lo hemos hecho luego, hemos fusilado tarde y mal, y no ha servido de nada. El momento histórico era ése, el final del XVIII. Las cabezas de Carlos IV y de Fernando VII en un cesto, y de paso las de algunos obispos y unos cuantos más, habrían cambiado mucho, y para bien, la Historia de España. Nadie lo hizo, perdimos la ocasión, y aquí seguimos todavía, arrastrando ese lastre que nos dejaron aquellos que sobrevivieron y que no tenían que haber sobrevivido.

What everyone seems to have forgotten is that Spanish progressives had an equivalent instrument of their own: the hammer. This makes its symbolic debut near the Puerta de Sol in the 1821 lynching of the Tamajón priest Matías Vinuesa by the mob. Here’s Galdós’s novel of freemasonry and the Liberal Revolution, El Grande Oriente (1875) (cf the Gaceta de Madrid from 1824:

Poco después del medio día una horda de caníbales se reunía en la Puerta del Sol, mejor dicho, se diseminaba, marchándose cada animal por su lado, después de acordar juntarse por la tarde en el mismo sitio. Así lo hicieron, y las autoridades miraban aquello como se mira una fiesta. Después de las cuatro los grupos volvieron a invadir la Puerta del Sol. Había en ellos una frialdad solemne y lúgubre, como de quien no fía nada al acaso ni a la pasión, sino al cálculo y a la consigna. La autoridad seguía no viendo nada, o negligente o cómplice o imbécil que las tres cosas pueden ser. Los grupos susurraban, y por un momento vacilaron; pero al cabo de cierto tiempo dirigiéronse por la calle de Carretas y las de Barrionuevo y la Merced, a la cárcel de la Corona. Llenose la calle de la Cabeza en su mayor parte. Destacábase al frente de uno de los grupos el ciudadano Pelumbres, arengando como una bestia que hubiese aprendido durante corto tiempo y por arte milagroso, el lenguaje de los hombres. Casi todos llevaban armas menos él.

Considerando que su persona no estaba completa, pidió una navaja; mas como nadie se hallase dispuesto a tal generosidad, dirigió su mirada de buitre a todas partes. Hacia la calle de San Pedro Mártir estaban construyendo una casa. Pelumbres se acercó a la empalizada; vio algunas piedras de granito a medio labrar y encima de ellas un gran martillo.

-Para el sastre la aguja -dijo-, la lezna para el zapatero; el cuerno, para el toro, y para el herrero el martillo.

Cuando se dirigió con su arma al hombro a la esquina de la calle de Lavapiés, sus compañeros rompían a hachazos la puerta de la cárcel. Los milicianos, no queriendo sostener una lucha contraria, según su criterio, al progreso, ni tampoco entregarse sin resistencia, habían asegurado la puerta con un solo cerrojo, y en el zaguán se disponían intrépidos a descargar sus armas… al aire.

La puerta no se resistió mucho. Lo que empezaron los hachazos, dos docenas de coces lo concluyeron. Disparáronse al aire varios fusiles de milicianos, la turba penetró en el patio de la cárcel, rápida como un brazo de agua, rugiente y soez. Hay un grado de ferocidad que la Naturaleza no presenta en ninguna especie de animales; sólo se ve en el hombre, único ser capaz de reunir a la barbarie del hecho las ignominias y brutalidades de la palabra. Viendo a los hombres en ciertas ocasiones de delirio, no se puede menos de considerar a la hiena como un animal caritativo.

El calabozo de Vinuesa era bastante conocido de casi todos los que entraron. Cómo lo abrieron no se sabe. La turba que en la calle era gruesa, se afiló para entrar en la cárcel. Para penetrar por una puertecilla estrecha tuvo que aguzarse más. Parecía una serpiente de largo cuerpo y cabeza estrecha, introduciendo su boca por una hendidura. El cuerpo se agrandaba en el patio; enroscándose salía a la calle, daba varias vueltas por las inmediatas, y la cola, parte en extremo sensible y movible, culebreaba en la plazoleta de Relatores. La cola se componía de mujeres. Cuando Vinuesa vio que entraban en su calabozo aquellos hombres terribles, comprendió que su fin era inminente. Poniéndose de rodillas y cruzando las manos, gritó:

-¡Perdón, perdón!

El calabozo retumbaba con las imprecaciones. Viose en el aire un círculo rápido y espantoso trazado por un pedazo de hierro adherido al extremo de un palo, que blandían manos vigorosas. El martillo describió primero un círculo en vano, después otro… y la cabeza del infeliz reo recibió el mortal golpe. Siguiole otro no menos fuerte y después diez navajas se cebaron en el cuerpo palpitante.

Lavaban los asesinos el martillo en la fuente de la calle de Relatores, cuando el Gobierno resolvió desplegar la mayor energía. ¡Qué sería de esta Nación si la Providencia no le deparase en ocasiones críticas el tutelar beneficio de su Gobierno! La noticia del crimen corrió por Madrid, y la villa, que es y ha sido siempre una villa honrada, se estremeció de espanto y piedad. El Gobierno se estremecía también, y declaraba con patriótico celo que no descansaría hasta castigar a los culpables. Para que nadie tuviera duda de su gran entendimiento y perspicacia política, mandó que inmediatamente se pusiera fuerza del ejército en el edificio, y por si alguien tenía dudas todavía de su diligente y paternal actividad, ordenó que al instante, sin pérdida de un momento, se instruyesen las oportunas diligencias. Quejarse de un Gobierno así es quejarse de vicio.

In Retratos políticos de la Revolución de España (1826) Carlos Le Brun, another counter-revolutionary, describes the iconisation of the hammer:

El martillo se convirtió desde entonces en un distintivo de honor, en memoria de aquel otro con que lo martillaron, y en los sombreros, en las pecheras, en los vuelos, y en los reloxes se empezaron á traer martillitos de oro, de acero, ó de qualesquier otro metal en recuerdo de la muerte del cura de Tamajon, á que compusieron cantares y bayles para celebrarla en obsequió de la libertad. La libertad estaba toda entonces España en estas bullangas y fazañas, y no en el codigo, ni en las circunstancias, que forman todavía otro codigo mas sagrado y necesarió, que la misma constitucion, á pesar de los principistas.

And here, from the same camp (Diario de Brusi, 16/9/1821), is the last verse of a splendid parody of the Himno de Riego:

Tres defensores
tiene la España
justos y netos,
sin mas patraña;
Palo [gallows/garrote] y Verdugo
y el Martillito,
que en precisando
está prontito.
Trágala, trágala
vil servilon,
y el Palo haga
su obligacion.

Contemporary revolutionary journals (eg El Zurriago) also frequently use the hammer with the same meaning, though afaik they don’t refer to Vinuesa. And curiously it seems to have been established as a political emblem before the murder of Vinuesa. Here’s the same publication on 1/3/1821, a couple of months before the Madrid rioting:

El Domingo 25 de Febrero fue el dia destinado para la funcion cívica de la Bandera Nacional del primer Batallon de la Milicia de Mataró. Entre 8 y 9 de la mañana se reunieron las cuatro compañias que en la actualidad estan del todo equipadas, frente la iglesia de Sta Ana, y de allí pasaron las á Casas consistoriales, donde desplegaron en martillo, y oyeron la siguiente proclama que en nombre del Comandante les leyó el Mayor del Cuerpo.

Queries:

  1. Nothing from nothing ever yet was born, so where did the hammer come from? Straight from the blacksmith, where its purifying function was well-known? Or from older, metaphorical, mob passions – witches and Malleus Maleficarum?
  2. Did reactionaries and/or sane individuals fabricate the Vinuesa-hammer-killing to provide a convenient way of demonising the revolutionaries?
  3. Does anyone know of any images combining liberals and hammers in the period?
  4. When did you last see someone wield either a hammer or a sickle?

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Last updated 13/07/2012

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Benito Pérez Galdós (16): Benito Pérez Galdós was a Spanish realist novelist.

Diario de Barcelona (1): The Diario de Barcelona was a newspaper founded in 1792 in Barcelona, Spain.

Guillotine (1):

Hammer and sickle (1): The hammer and sickle is a symbol of proletarian solidarity that was first adopted – as Russian: серп и мо́лот, translit.

Himno de Riego (1): The "Himno de Riego" is a song dating from the Liberal Triennium and named in honour of Colonel Rafael del Riego, composed by José Melchor Gomis to words by Evaristo Fernández de San Miguel.

Kaleboel (4307):

Malleus Maleficarum (1): The Malleus Maleficarum, usually translated as the Hammer of Witches, is the best known and the most thorough treatise on witchcraft.

Masonic conspiracy theories (1): Masonic conspiracy theories are conspiracy theories involving Freemasonry; hundreds of such conspiracy theories have been described since the late 18th century.

Spanish Constitution of 1812 (1): The Political Constitution of the Spanish Monarchy, also known as the Constitution of Cádiz and as La Pepa, was the first Constitution of Spain and one of the earliest constitutions in world history.

Trienio Liberal (1): The Trienio Liberal is a period of 3 years in the modern history of Spain between 1820 and 1823, when a liberal government ruled Spain after a military uprising in January 1820 by the lieutenant-colonel Rafael de Riego against the absolutist rule of King Ferdinand VII. It ended in 1823 when, with the approval of the crowned heads of Europe, a French army invaded Spain and reinstated the King's absolute power.


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