Asked later what happened to the money he had earned, Best replied: “I spent a lot of money on booze, birds and fast cars. The rest I just squandered.” Which is more or less what Burt Reynolds/Yaqui Joe Herrera says at 16:40 in 100 Rifles (1969), which I imagine Gorgeous George would have seen:
The whole thing appears to be available on YouTube at 720. I am a fan:
The train in the clip is the spaghetti special from Méntrida to Navalcarnero, west of Madrid, here standing at Villamanta station. The railway is also used in Cannon for Cordoba and several dozen other Iberian Westerns, as well as in the first volume of Arturo Barea’s memoirs La forja de un rebelde (1951), available in translation as The forging of a rebel. Barea spent the somewhat generic summer described with his extended family in villages west of Madrid, travelling first by stagecoach to his father’s family in Brunete, then to his mother’s village of Méntrida, and finally by train to Navalcarnero, hometown of his paternal grandmother, on part of the 74-kilometre, metre-gauge, Madrid-Almorox line:
Poco dura lo bueno. Mi madre ha venido anteayer y mañana nos vamos, yo a Navalcarnero y ella a Madrid a seguir trabajando.
Como el tren para un cuarto de hora en la estación arrastro a mi madre a ver la locomotora. Es una locomotora belga pequeñita, pintada de verde, casi cuadrada. No vale nada. Yo he ido en una locomotora grande. El tío José tiene un primo que es maquinista en la estación del Norte [Madrid] y lleva el expreso de París. Un día nos llevó al tío ya mí en una máquina sola hasta Segovia. Una máquina tan grande que me tuvieron que subir en brazos para llegar arriba, donde van el maquinista y el fogonero. Y desde allí salimos corriendo solos con el ténder, sin pararnos en ninguna estación. El fogonero echaba carbón por la boca abierta del hogar, que soltaba llamas, y atravesábamos el campo con la vía delante y detrás libre, sin nadie, brincando sobre los rieles, y a veces, corriendo sobre ellos, sin sentirlos, como si fuéramos por el aire. Mi tío contaba que, una vez, un maquinista, para no chocar contra otro tren, le dio vueltas a la manivela tan fuerte que se metió la manivela por la tripa. Salvó el tren, pero se quedó muerto, clavado allí en el freno. Hay también termómetros y manómetros y tubos de nivel con grifos pequeñitos y la cadena de pito, una cadena de hierro que se tira de ella y el vapor silba que se queda uno sordo del ruido. Todos los grifos escurren agua o aceite. Había uno que goteaba mucho y yo le quise cerrar. Salió un abanico de aceite caliente que nos manchó a todos. Cuando cruzábamos un puente de hierro, todo bailaba: la vía, el puente y la máquina; y yo quería que corriera más para que pasáramos el puente antes de que se hundiera. Después volvimos en un tren, pero me aburrió el viaje dentro del vagón.
El tren es también pequeñito, como la máquina. Los vagones son «cajas de cerillas» con asientos de madera sucios, llenos de gente de los pueblos que lleva alforjas, cestas, gallinas atadas por las patas a las que tiran debajo de los bancos. Llevan a veces conejos, con la tripa abierta, enseñando los ríñones morados, y barrilitos de vino o cestas llenas de huevos metidos en paja. A veces, cuando llegamos a una estación, vemos por el camino que viene del pueblo a los viajeros corriendo por la carretera y haciendo señas para que espere el tren. Y el jefe de la estación les espera. Entran con los bultos y se dejan caer en los asientos, sudando de la carrera, con sus cestas y sus alforjas.
Navalcarnero es la estación más importante de la línea. Tiene un muelle con el techo de cinc y tres vías para hacer maniobras. Al lado de la estación está la fábrica de harinas, y un trozo de vía sale de la estación y se mete en la fábrica, haciendo una curva y pasando por debajo de la puerta de hierro. Cuando la puerta está cerrada, hace un efecto raro. Si se equivocaran de aguja, nosotros entraríamos con el tren y todo a través de la verja y nos meteríamos en la fábrica.
La abuela Inés está en la estación esperándonos. Hemos venido la Concha, mi madre y yo. Hasta fin de mes mi hermana y yo nos quedaremos aquí.
I happen to know quite a lot about this line. Everything else I know is quite useless.
Rol’s Top Ten Burt Reynolds Songs includes the duelling banjos scene from the 1972 American thriller Deliverance by John Boorman:
Best comment, from Mindy Burton: “i remember this movie i been deaf now for 8 yrs but i can still hear it in my head”
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