The semantics of the Catalan and Andalusian “ea”

Negation without tears.

Mr B:

This tiny and apparently innocent psuedo-word, pronounced ey-ah, by the the way, is a native linguistic advance of the province of Jaén which is generally employed as an interjection with which a listener indicates to a talker that he’s still with him – much like “uh-huh” in Canada. I, and many others, use it mostly to dissimulate the fact that I am not. People do go on here, so you need some kind of defense. Hidden, however, in the toothless aspect proportioned by its lack of both dental and all other types of consonant is also a communication of truly sinister effect. Ea has the capacity to nullify and render without meaning or effect everything that you have said since you began your spiel. Semantic anti-matter.

A serendipity, while reading stuff for this: Galdós, La desheredada (1881), and Juan Bou, the Catalan anarchist printer, is interviewing the hooligan Mariano aka Pecado, who may want to be his apprentice:

-Vamos a ver -manifestó el maestro volviendo a su trabajo-; explícanos lo que tú piensas… ¿A qué aspiras tú? ¿Qué deseas tú?

-¿Yo? -dijo Mariano con terrible laconismo-. Tener dinero.

-¡Tener dinero! El dinero es una fórmula, un medio de cambio -declaró con olímpica suficiencia Juan Bou-. ¿Y si llega un día en que no haya dinero, en que no represente nada el dinero, porque las cosas, o mejor dicho, el servicio A y el servicio B se cambien directamente sin necesidad de ese intermediario?

-Chúpate esa -dijo por lo bajo el estampador a compañero.

-Sí, se suprimirá el dinero, que no sirve más que para negocios indecentes. Suprimiendo el numerario, quedarán suprimidos los ladrones… y palante».

Ambos abrieron medio palmo de boca.

«Pero el dinero -se aventuró a decir Mariano- no se ha de quitar hoy ni mañana…

-Quién sabe… La cosa está mal. Dicen que esto se va. Me escriben de Barcelona que se está trabajando…

-El dinero no se suprime -afirmó Pecado rebelándose tenazmente contra la incontrovertible sabiduría del maestro.

-Hombre, que sí.

-Pues yo quiero ser rico.

-¡Ser rico! ¿Y qué es la riqueza, bruto? Es una cosa convencional, acémila. Hay por ahí unos cuantos tunos que se comen lo que no es suyo, lo que es de todos, del común, y el día en que se diga: «Ea, bastante ha durado la mamancia…», va a ser bueno, va a ser bueno. Nosotros diremos: «A ver, señor duque de Tal, ¿de dónde sacó usted las tierras A y las dehesas B? Señor banquero Cuál, ¿de dónde sacó usted los millones A y B que tiene en el Banco?».- «Hombre, dirán ellos, pues yo…».- «Valientes pillos están ustedes, acaparadores, por no decir otra cosa…». Conque ya ves. No habrá entonces dinero, ni Banco, ni Bolsa; no habrá más que servicios mutuos, toma y daca. Que yo necesito un jamón, el comestible A o el comestible B: me voy a la tienda, y me encuentro que el tendero necesita etiquetas, anuncios. Pues ahí va, y venga. El sastre hará pantalones al zapatero, y el zapatero le hará zapatos al sastre. Es un organismo sencillísimo, brutos. Vosotros no habéis estudiado la cosa, no habéis trabajado por la cosa, no habéis estado en calabozos, no habéis comido ratas desabridas… Se trata de un organismo; ¿sabéis lo que es un organismo?».

Ambos callaron. Creían que se trataba de un organillo; pero no se atrevían a decirlo.

«Este dice también -añadió el denunciador sin poder contener la risa- que quiere ser célebre.

-¡Célebre! Ta, ta, ta -exclamó Juan Bou, radiante, al considerar el triunfo que a su oratoria se preparaba-. ¿Conque célebre y todo…, es decir, hombre grande? ¡Valiente papamoscas! ¿Y qué entiendes tú por celebridad? La de los guerreros y capitanes, la de esos bobos que llaman poetas, escritorzuelos… Los unos son los verdugos de la humanidad: no han hecho más que matar gente. Los otros han engañado y extraviado a la humanidad, contándola mil mentiras y embelecos. Cógeme a tal o cual guerrero, al poeta A o al prosista B. ¿Qué han hecho por el pueblo? Nada. Su celebridad se acabará también, porque se suprimirá la Historia. Se hará una Historia nueva, en que no figuren más que los que han inventado una máquina o perfeccionado la herramienta A o B. Esos sí, esos sí que tendrán estatuas.

-¿Y quién… va a hacer las estatuas? -preguntó con gran viveza de pensamiento Mariano.

-Toma -dijo Bou, reponiéndose después de desconcertarse un poco-, los escultores. Habrá escultores que harán las estatuas de los obreros célebres, de los padres de la patria, y se les pagará con comestibles, mano de obra… Parece que eres tonto… Ahora, si tú quieres ser célebre inventando la dirección de los globos, o cosa así, entonces nada te digo. Por ahí, por ahí… Pero no envidies a los personajes del día, a esas sanguijuelas del pueblo. Mira tú qué tipos. ¿Prim?, un tunante. ¿O’Donnell?, un pillo. Tiranos todos y verdugos. Olózaga, Castelar, Sagasta, Cánovas. Parlanchines todos. ¿Y ese Thiers de Francia? Otro que tal. Cuando toquen a barrer, veréis cómo queda esto… Nada, nada; aplícate a este oficio y puede que llegues a notabilidad. Ya sabes, comerás y vestirás con tu trabajo. Toma y daca… y palante.

-Pero este dice que quiere ser célebre, aunque para ello tenga que hacer una barbaridad.

-Hombre, hombre, ¿tú quieres dar golpe? Valiente papamoscas. Pues dalo, hombre, dalo. No te faltará ocasión, cuando se grite «abajo la tiranía», pórtate bien. Inventa cualquier cosa, aunque sea una barbaridad, como dices. Puede que no lo sea. Hoy se tiene por barbaridad lo que mañana quizá se mire como una gran acción. Nada, hombre… palante, palantito…».

Siguió hablando en este tono y desarrollando su idea con tal copia de audaces juicios, que los muchachos le oían como si fuera una sibila.

«Lo que yo quiero es moneda -volvió a decir Mariano con rudeza concisa.

– ¡Ah!, ya no quieres celebridad, sino plata. No era como tú el célebre Erostrato.

-¿Quién?

-Uno que pegó fuego -dijo Bou reventando de erudición- a un templo… no sé si de Babilonia, de Venecia o de dónde.

-¿Y sacó dinero?

-Vuelta con el dinero.

-Con dinero se tiene todo.

-Y tú quieres tener todo: gozar, disfrutar; lo mismo que cualquiera de esos pillos, lo mismo que la sanguijuela A o la sanguijuela B.

Mariano gruñía, dando a conocer, con bárbaro modo, su ardiente anhelo de ser sanguijuela.

«Ea, bastante se ha charlado -dijo el maestro echando un vistazo a la prensa-. Palante… Sacadme esos reportes ahora mismo».

Y siguió un silencio sólo turbado por los rumores de la actividad taciturna. Oíase el gemido de la prensa, el roce del pegajoso rodillo negro y el rascar de la pluma del maestro sobre la piedra. Juan Bou, que aunque buen catalán tenía un oído infernal, destrozaba entre dientes La Marsellesa, como destroza el fumador la colilla del cigarro. Después escupía unas cuantas notas, y callaba para empezar de nuevo al poco rato. Se había contagiado de la afición de sus aprendices a cantorrear los pareados de las aleluyas, y así, sin pensarlo, cantaba con la música de Rouget de L’Isle estos versos: Muchos niños pequeñitos- van vestidos de angelitos.

Bou, a most sympathetic creation, spends considerable amounts of time humming the religious tosh he is paid to print, and the guy in the bar says that even Catalan anarchist printers would have known “Homo natus est in ea, et ipse fundavit eam Altissimus”. But he’s a drunken and deranged sexist.

Did I say how happy I am with my Kindle?

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